domingo, junio 12, 2005

Territorio Enemigo

Pocos lugares tan universales y, a la vez, tan personales como la cocina. Mucha gente cree que todo se trata de colocar tarritos y cacerolas, pero cualquier criatura que se precie de amar el hogar
sabe que es su mundo y tiene su sello.

Con lo que quiero decir que me siento en territorio familiar, puesto que está todo lo que tiene que estar y encuentro todo lo que busco - que es, a esta imprecisa hora de la mañana, el café y sus circunstancias - y a la vez, es un territorio que debo tratar con respeto, puesto que estoy de visita y ella duerme.

Has probado no hacer ruido y constatar que cada gota de agua parece un disparo ? y el chorro de la canilla las Cataratas del Iguazú? el mover con cuidado una silla el paso de un avión?

Eso pasa en casa ajena si uno trata de ser cuidadoso y quizás exageradamente puesto que nadie se ha movido, no hay suspiros impacientes, ni todas esas señales con que hacemos sentir el desagrado.

Es más, a esta hora imprecisa, imprecisa porque no tengo ningún reloj a la vista; el mío debe estar quien sabe donde;
imprecisa porque afuera el cielo está gris lluvioso y tanto podría ser de mañana como de tarde.

Si estuviera en mi cocina, a esta altura ya hubiera puesto música - aquí no veo ni una radio - también el televisor y hojearía alguna cosa, que es un diario o una revista vieja.

Con la cafetera operativa surgen interrogantes inesperados. Con cuántas cucharadas de azúcar le gustará? tomará azucar? y si es edulcorante? le gusta con espumita? habrá jugo de naranja en la heladera? y si hago tostadas?.

Absorto en la lectura de los imanes de la puerta de la heladera, un maullido me vuelve a la realidad. Una gata persa aparece contoneándose
y mirándome fijo. Qué desayunará este felinito? lo mismo que el mío?

Maúlla de nuevo.
Adiós esfuerzos con pasos en puntas de pie y suaves movimientos, esa raza misteriosa ha hablado y aún no sé si quería comida o simplemente marcaba su territorio.

Ahora siento pasos, aparece un rostro somnoliento y sonriente que se transforma en una carcajada al mirar el revoltijo de mi aspecto.
Caigo en cuenta de mi situación: despeinado y desnudo, en territorio enemigo... Un gemido de aprobación y me arrastran hasta la oscuridad.
Supongo que hoy el café puede esperar...

MrBlackwell

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