viernes, diciembre 28, 2007

La Cultura Del Saqueo

El empleo de la coacción, la violencia y la fuerza como métodos para obtener aquello que se desea, por más justo o merecido que sea, es una de las causas de la decadencia argentina.

Si alguien dudaba de que Argentina se dirigía de cabeza a una crisis, lo que hoy estamos viviendo debería terminar de convencerlo. Las luchas por el poder sindical llegan hasta el límite de comportamientos mafiosos. Los piqueteros están nuevamente en las calles cortando el tránsito y tomando reparticiones públicas, la calle es un caos por ausencia de autoridad, los precios se siguen disparando y el gobierno acaba de anunciar un plan de emergencia energética que refleja la improvisación con que se manejó este tema todos estos años.

En el fondo, la crisis es solo el emergente de valores totalmente subvertidos del cual el gobierno parece no haberse enterado, por el contrario, sigue dando vuelta los hechos al punto que la presidente (y digo presidente y no presidenta porque presidente es el cargo que figura en la Constitución) acaba de afirmar: “en este programa estamos yendo al tercer eslabón de la responsabilidad, que es la responsabilidad social, porque se puede tener muy buen gobierno pero si no se tienen buenas instituciones en lo privado y en la sociedad, es muy difícil abordar la transformación de un país". Con esta afirmación pareciera ser que Cristina Kirchner considera que el suyo y el de su marido han sido dos muy buenos gobiernos y que si las cosas no marchan mejor es por culpa de culpa de los empresarios y de la gente. Algo similar sostenía, Hitler cuando estaba por caer Berlín en manos de los rusos. Decía el dictador, en su delirio, que su pueblo iba a sufrir porque no lo había acompañado en el sacrificio.

Pero volvamos al caso argentino. Lo que uno ve desde décadas, y más acentuado ahora, es que al revés de lo que marca la presidente, es que justamente ha sido el Estado el que ha subvertido los valores de la sociedad y no se le puede pedir a la gente que tenga comportamientos diferentes si desde lo más alto del poder se actúa con impunidad, mentira y desprecio por el orden jurídico.

¿Qué valores puede exigirle Cristina Kirchner al resto de la sociedad si a sólo 48 hs. de instalada en la casa de Gobierno se ha destapado un caso de corrupción que la involucra como candidata presidencial y compromete seriamente a su marido, que es el mentor de su candidatura?

Cuando Cristina Kirchner les exige seriedad a los empresarios y a la sociedad tiene que tener presente que las reglas de juego que hoy imperan en la Argentina fueron impulsadas por gobiernos con pensamiento populista como el de su marido y el de ella. ¿Qué valores impusieron? El de usar al Estado como instrumento de coacción para beneficio propio y de unos pocos amigos del poder. La cultura del trabajo, del esfuerzo personal fueron dejadas de lado para dar paso a la cultura de la prebenda y de la demostración de fuerza. Basta ver como facciones sindicales se enfrentan por cuotas de poder utilizando la calle como forma de manifestar su poder basado en la fuerza bruta. Aquí no hay razones, hay demostraciones de fuerza. Unos haciendo piquetes en 39 lugares diferentes de la ciudad violando el derecho de la gente a transitar libremente ante la pasividad de la autoridad pública, y otros amenazando con sacar los camiones a la calle como si fueran el séptimo de caballería.

Grupos piqueteros, que dicen ser partidarios del kirchnerismo, se dan el lujo de tomar por la fuerza bruta un edificio público en la ciudad de La Plata, lesionando gravemente a dos policías y los responsables son liberados casi inmediatamente.

Al mismo tiempo tenemos a algunos dirigentes empresariales que le chupan la media al gobierno de turno para mantener sus privilegios o los beneficios del eufemismo del tipo de cambio competitivo.

Argentina tiene reglas en las cuales el saqueo está a la orden del día. El saqueo como regla impuesta por el Estado por la cual se pervierte la ley para quitarle el fruto de su trabajo a quienes lo generaron para transferírselo a quienes no les corresponde. En nuestro país la ley está prostituida. No se la usa para establecer reglas de convivencia sino para saquear “legalmente” a diferentes sectores de la sociedad y para destruir el sistema republicano. Le ley no le pone límites al Estado, se los amplía generando océanos de corrupción.

La banda piquetera que tomó el edificio en La Plata se siente con derecho a exigir que le entreguen más dinero, canastas navideñas y no sé cuantas cosas más. ¿Quién tiene la obligación de pagar todos esos “beneficios” y por qué? ¿Qué estímulos puede tener el hombre o la mujer que se levanta temprano para ir a su trabajo a ganarse honestamente su sustento si ve que una banda de forajidos toma impunemente el edificio, es liberada y encima exige que ese señor o señora le de el fruto de su trabajo, luego de treparse viajar en condiciones infrahumanas en un colectivo, soportar los paros de subtes y aguantar los piquetes de Quebracho o la UOCRA?

Del lado empresarial, hay sectores que, cual ladrones de guantes blancos, estimulan el tipo de cambio competitivo que no es otra cosa que cobrarle el impuesto inflacionario a la gente para transferirle a ellos los beneficios de un dólar caro, cuando no piden créditos subsidiados sin aclarar quién y por qué tienen que financiarles tal petición.

Todos piden y nadie dice porqué el que paga tiene la obligación de pagar la cuenta. Se crea así, una cultura del saqueo impulsada desde el mismo Estado, cuando no es que los mismos funcionarios del Estado forman parte del saqueo.

Ya no queda gran margen para esconder este uso desvergonzado del poder, de la mentira, para disimular la inflación, la crisis energética y la caída del salario real.

Argentina está nuevamente en la pendiente descendente porque no se han cambiado las reglas del saqueo, solo se han cambiado las personas. Y las mismas reglas con diferentes personas igual dan los mismos resultados.

Roberto Cachanosky

© www.economiaparatodos.com.ar

lunes, diciembre 24, 2007

Feliz Navidad!!!


Los mejores deseos para todos los lectores de esta porquería llamada MrBlackwell Blog :)

Los quiero mucho, cuídense y que Dios los bendiga!!!


Mariano
MrBlackwell

viernes, diciembre 21, 2007

SEGUIMOS HARTOS

otro artículo con el cual coincido 100%


El 21 de diciembre de 2001, después de que Fernando de la Rúa renunciara a la Presidencia de la Nación, la frase que estaba en boca de todos los argentinos era “que se vayan todos”, que más que una frase, era un sentimiento real después de haber sufrido una decepción tras otra y haber llegado al hartazgo.
Luego de esas primeras semanas turbulentas, donde se sucedieron meteóricamente tres presidentes, llegó Eduardo Duhalde, pero tampoco tuvimos respiro, ya que se despachó con la consabida devaluación de una manera descontrolada, sin ser consiente de lo que se estaba haciendo, y no hubo un sólo argentino que no haya sido castigado con su experimento, que realmente era necesario, pero no de esa manera.
Lo demás, es prácticamente actual... y del “que se vayan todos” pasamos al “y... se quedaron todos”, y de aquel hartazgo, hoy pasamos a otro tipo de hartazgos... algunos nuevos, algunos peores, algunos agravados.
Si bien, indiscutiblemente la economía mejoró sensiblemente, y la desocupación descendió, gracias a esa desastrosa devaluación, hoy son otros los problemas que nos hartan a la inmensa mayoría de los argentinos.
Estamos hartos de la inseguridad, que crece día a día y nadie, en seis años fue capaz de frenar; estamos hartos de los piqueteros, que hoy ya no deberían existir, pero claro, eso que nació como un movimiento social hoy se convirtió en una herramienta política, que utilizan los pseudodirigentes para su propio beneficio, y cada vez que se les ocurre algo se adueñan de las calles, de nuestro tiempo y, por qué no, de nuestros derechos.
Estamos hartos de las huelgas, que más que reclamos justos parecen ser aprietes extorsivos de los dirigentes sindicales.
Estamos hartos de una inhumana política de derechos humanos, que no sólo se ocupa de defender a los delincuentes, sino que además se ha convertido en la única política de Estado de esta administración, pero para reivindicar a delincuentes y asesinos.
Estamos hartos que la educación, el sistema sanitario y la justicia funcionen cada vez peor, mientras que los funcionarios responsables de mejorarlos sigan cobrando puntualmente sus sueldos sin hacer nada.
Estamos hartos de que nos mientan, queriéndonos hacer creer que no existe inflación, y manteniendo con nuestros aportes a una institución como el INDEC, que en estas condiciones no sirve absolutamente para nada.
Estamos hartos de mezclarnos con locos mesiánicos como Hugo Chávez, y tener que prestarle nuestro país para que insulte al “imperio”, y acusar a los EEUU de entrometerse en las políticas de los demás países cuando es él, el único dictadorzuelo que pretende, en su infantil cerebro, crear un imperio, y es él quien se entromete permanentemente en la vida institucional de los demás países, diciendo que los ayuda, cobrando intereses usurarios cuando nos compra bonos de deuda, o entrando dinero de los venezolanos en una valija para financiar grupos terroristas de izquierda, mientras su pueblo está cada vez peor.
Pero el máximo hartazgo es el de tener que soportar la hipocresía de un ex presidente, que en realidad sigue siendo presidente, vociferando con aire de compadrito, y desafiando a la primera potencia del mundo gritando ridiculeces y pidiendo “que manden al fugitivo” para que rinda cuentas acá, cuando él mismo lo ayudó a fugarse.
Estamos hartos de vivir en el único país del mundo donde en vez de mejorar empeoramos, y estamos hartos de que aquellos que aquel 21 de diciembre de 2001 se deberían haber ido por que precisamente ellos eran el problema, hoy sigan estando en el mismo lugar, y sigan siendo ellos el problema.
Lamentablemente, el 21 de diciembre de 2001 y las casi treinta personas que dejaron su vida no sirvieron para nada.

Pablo Dócimo

martes, diciembre 18, 2007

Sos Metalero

Esto lo descubrí de casualidad...................

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Sos metalero, Sabes bien que Judas Priest no es un cura del diablo
y que Metallica robó la idea del nombre de un amigo de Lars Ulrich de un fanzine.

Te sabés toda la letra de ¨Tu eres su seguridad¨ y siempre mandaste fruta
cantando el intro de Fuel de Metallica, tocás la guitarra,
pero nunca tan rápido como Jason Becker y odias la tecnica espantosa de Marty Friedman,
aunque en el fondo sabes que es envidia porque no tocás ni la mitad de lo que toca el.

Alguna vez te dejaste el pelo largo y seguro hiciste el loco gritaste en pedo
por la ciudad un sabado a la noche algun tema de tu grupo favorito
sabiendo que el 90% de los que caminan por la calle no lo conocen.

Pero no te importa, porque vos sos metalero y no te importa lo que digan los demás.
De hecho estoy seguro que en alguna época resentida de tu vida tu palabra más usada fue ¨careta¨ para nombrar al 70% de las personas que conoces.

Y seguro que lo volvés a pensar de vez en cuando cuando ves al pibe ese que saluda a todo el mundo y siempre se hace el masa.
Si, puede que vos no seas mr sociabilidad pero al menos vos saludás a los que son verdaderamente amigos y aunque crees que los besos en la mejilla son cosa de trolos (sin ofender, no es homofobia, es jerga nomás) una vez cada muerte de obispo les diste un abrazo.

En tus mejores épocas los sábados gritabas como un hijo de puta (no achiquemos, es esa palabra o ninguna) los falsetes de Halford y nunca en la vida de dios llegaste a cantar bien, pero te sentías en las nubes y con tus amigos acompañandote en el grito de revelación eras feliz, porque detrás de esa letra que no siempre sabías, estaba la sensación de libertad que tanto te llena.
Cantar bien alto y que no te importe que te cataloguen de loquito. Es más, hasta te gustaba la idea, porque así ganabas el respeto.

Estudiaste casi de seguro guitarra, poco, pero lo suficiente como para haber llegado a tocar en algun grupo al menos en un ensayo.

Pero si tocaste una sola vez en tu vida ya cumpliste una de las metas de todo metalero, ma´ que plantar un arbol, tener un hijo ni donar un organo!
Vos querés tocar en vivo una vez en tu vida, tocar tu tema favorito, tener una buena viola y buen ampli y algunos hasta componer un buen solo, grabar un disco.

Muy probablemente algun integrante del grupo se casó, otro se aburrió, otro consiguió laburo y la cosa se fue al carajo. Vendiste tus cosas, dejaste los cassettes de los demos en algun placard y hasta seguro te tuviste que cortar el pelo, porque sino como siempre, esta prejuiciosa sociedad del culo no te da trabajo.

¿Acaso Jesus no tenía pelo largo y barba?

Carajo. No, no te comparo che, pero este mundo es medio intolerante, vaya novedad, lo sabés, porque en algún punto, no te bancas vos tampoco a los fachos de siempre y a la mentira detrás del trajecito que te tenes que poner para ir a laburar.
Bien sabes lo que es luchar por ser vos mismo, que no te cataloguen de falopero por el simple hecho de que te re cabe salir un sábado con campera de jean, tus mechas despeinadas y tus pantalones medios gastados.

No te importa ahora, ya no te hacés tanto problema, porque el disco de Megadeth lo llevas en tu bolsillito, ahí donde nadie se lo espera, porque tu discos siguen ahí como estatuas de héroes que no pueden ser movidas de allí, porque todavía en la ducha te pegás un grito de vez en cuando, y ya no te importa parecer el tipo que no querías ser, porque en el fondo, seguis siendo el mismo, sos metalero!


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pueden leer el original en

http://www.fotolog.com/astor_piazzolla/36605412

domingo, diciembre 16, 2007

Una Meditación Sobre El Cinismo

Las patentes “G” se multiplican. Los modelos de automóviles también. Platales de cuatro ruedas cubren el espacio de la Argentina en un muestrario de los diseños internacionales.

Si bien algo apaciguado en los últimos meses, el ritmo de venta inmobiliaria se concentra en los superdesarrollos de las últimas modas del urbanismo.

Todos los destinos internacionales caídos después de la crisis han recuperado gran parte de sus visitantes argentinos. Los centros preferidos del fashionismo local están llenos de las mismas personas que compran autos, inmuebles y que viajan.

A este segmento de la sociedad le va bien, quizás mejor que nunca. Pero este mismo segmento no soporta a Kirchner. En privado, cuando la confianza de los que los rodean les permite presumir que no serán desenmascarados, hablan pestes de él y de su mujer. Fue el segmento social que votó contra Cristina el 28 de octubre. Aprovechan la volada de uno de los sistemas más regresivos que el país haya conocido y disfrutan el mientras tanto, pero la mismísimas personas del matrimonio presidencial les causa escozor. Otros llevan el cinismo a un estadio superior e incluso votan por Kirchner después de haberlo defenestrado en la mesa de café.

En el otro extremo, millones de pobres empiezan a ver como papelitos de colores cada vez más volátiles pasan rápidamente por sus bolsillos. Tal vez sean más que antes, pero duran menos y se pueden hacer menos cosas con ellos. Sin embargo, como encandilados por la cantidad, aman a Kirchner y creen ver en él –y seguramente también en Cristina- a un restaurador de la justicia social. No advierten el espiral que gira alrededor de ellos hacia la repetición de los traumas del pasado. Han hecho un pacto silencioso: mientras puedan tirar está todo bien.

La relación de la sociedad argentina con el bienestar material es paradójica por donde se la mire. El país se cuenta a sí mismo un cuento de hadas que lo ubica entre los defensores del romanticismo; entre los que creen que la sociedad debe ser un conjunto humano cálido y solidario que resigna el consumo de materialidades a cambio del humanismo y la “cultura”. Pero en realidad esa sociedad está dispuesta a pactar con cualquiera que le ponga un billete en el bolsillo.

Como busca el billete por el billete mismo, -sin creer en ningún sistema racional que lo produzca en abundancia y genuinamente-, por lo general termina envuelta en tremendas convulsiones que le hacen retroceder todos los casilleros que cínicamente había creído ganar.

Este podría ser un balance de lo que la Argentina vive desde que Néstor Kirchner asumió el poder, hace cuatro años y medio.

El deterioro institucional, la vida agresiva, el aislacionismo, la falta de proyección, parecen haberse jugado a un disfrute espontáneo y actual. Nadie conoce la fecha del final de la historia, pero como todos la presumen por la experiencia del país, todo el mundo parecería estar lanzado a un goce instantáneo.

El gobierno también ha vendido su alma a la fugacidad. Sabe que hecha diatribas de cartón hacia los sectores a los que está beneficiando a carradas. Estos, a su vez, aceptan los insultos a cambio de que en la siguiente hora sigan lloviendo los billetes como en la anterior. No les interesa tener una riqueza perdurable. Solo aspiran a gastar lo que el viento de cola les trae.

Por el lado de los pobres, el gobierno los adula y dice que trabaja para ellos. Pero los engaña envileciendo la moneda, hundiendo la educación, hacinándolos en villas, usándolos como carne de cañón electoral. Estos, a su vez, prefieren eso a que el país adopte – ¡Dios no lo permita!- un sistema por el cual haya que trabajar seriamente y en donde la fuerza del número no sea una opción a la razón.

Toda la sociedad sabe que vive inmersa en un monumental cinismo, insustentable por definición. La mentira que desafía la realidad no perdura eternamente. Y todos lo sabemos.

Por ello el país parece correr como si el tiempo se comiera a 120 segundos por minuto. Es difícil encontrar a alguien que no reúna las condiciones del hombre apurado. Uno no podría sacarle una explicación convincente a los motivos de su urgencia, pero ella está allí, delante de todo el que quiera notarla. Es que la idea de no perder tiempo “improductivo” en el aprovechamiento de lo que cada uno sabe que se acaba, no deja de sonar por detrás de cada uno de nuestros cerebros. “Rápido, rápido, que mañana esto puede terminar”, parece ser el lema de cada mañana.

¿Por qué no organizar, entonces, usando la misma energía que dilapidamos en la urgencia del instante, un sistema social que le permita a cada uno organizar su vida sobre bases perdurables? Seguramente presumiremos que esa tarea nos distraería del aprovechamiento del hoy. También debemos tener la sospecha de que muchos privilegios con los que vivimos hoy no serían posibles bajo el nuevo esquema. Quizás con la vigencia de esos parámetros nunca se hubiera inventado la expresión ¡¡qué país generoso!!

La Argentina ha elegido vivir bajo el cinismo. Echemos un vistazo a los sinónimos de “cínico”. Un simple diccionario nos entrega: “descarado, insolente, desvergonzado, procaz, atrevido, satírico”. ¿Sería alocado trazar un perfil del argentino que salpicara la descripción con esas palabras?


Carlos Mira


© www.economiaparatodos.com.ar

martes, diciembre 11, 2007

La sociedad: la otra cara de la moneda

Cristina Fernández de Kirchner está a punto de convertirse en la “nueva” presidenta en ejercicio del poder. Al menos legítimamente, puesto que ese rol lo ha venido ocupando con anterioridad y en forma casi paralela a Néstor Kirchner, sin que se le haya dado a la ciudadanía ningún tipo de explicación plausible. En rigor, nadie tampoco la exigió. Y aquí reside quizás uno de los problemas más complejos a desentrañar: ¿qué pasa en la sociedad? ¿Hay alguna respuesta capaz de explicar por qué todo se acepta con tanta naturalidad?

Néstor y Cristina Kirchner obran como lo que son, un matrimonio con una compleja peculiaridad: manejan el poder de manera discrecional. El pueblo no demanda, observa pasivamente cómo le roban el futuro y lo condenan a un presente donde un electrodoméstico más o un auto nuevo marca la diferencia entre el estar bien o el estar mal. Hoy, los argentinos creen estar bien porque pueden veranear unos días, no experimentan el vértigo de la hiperinflación alfonsinista, los bancos no amenazan confiscar sus ahorros, ni el dólar se modifica. Y es que las sucesivas crisis que experimentó la Argentina han llevado a que se tomen parámetros muy frívolos para medir la calidad de vida. No cuentan el nivel educativo que puede dársele a un hijo, ni los valores, ni los ejemplos, ni siquiera la posibilidad de salir cada mañana con la certeza de regresar sanos e ilesos.

Los barrios se cercenan entre rejas y candados, los vecinos viven como presos y a la adolescencia se la llevó un concepto deformado de democracia que les ha hecho creer a los jóvenes que las jerarquías son algo malo. Toman colegios, atentan contra sí mismos con el tabaco, se agarran a trompadas entre ellos o se autoflagelan como sinónimo de coraje y valentía. El consumo de bebidas alcohólicas y pastillas es sinónimo de diversión. La vida cambió, hay que adaptarse, es cierto. Si embargo, hay cambios que son verdaderamente retrocesos, aquí y en el mundo entero.

Este cambio que parece meramente social tiene un componente político de envergadura: la autoridad máxima de la República Argentina no pregona el respeto, ni las buenas costumbres, no se erige como ejemplo ni rinde culto a la palabra empeñada. Desde arriba hacia abajo cunden el mal ejemplo, el desdén por las tradiciones y las buenas costumbres, el olvido de los próceres, la transmutación de la patria en bandos, odios y revanchas. Así, la zozobra de la dirigencia se traslada inevitablemente al pueblo, que termina por aceptar todo sin discernir siquiera si vale o no la pena, si lo que se le dice es o no cierto. Las contradicciones de la política calaron hondo en la vida de los ciudadanos.

No hay juicio crítico en la sociedad, la patética frase “es lo que hay” pone de manifiesto la aceptación ciega de las prebendas, los negociados, la ineficiencia, las mentiras que se venden como ciertas. Contagiados de la dirigencia, cada uno atiende su juego y trata de armar su kiosquito sin que importe el vecino. Además, los argentinos ya no ahorran, el crédito se ha esfumado. La idea es consumir el presente a sabiendas de que el mañana es utopía pura y depende, en todo caso, del capricho de un mandatario, o de dos en nuestro caso.

Las autoridades han dado consistentes pruebas de sus prioridades a la hora de actuar. El ir detrás de intereses sectoriales no permite atender el interés general, priman la ambición y el individualismo, esa necesidad de “salvarme yo”. Si a ello sumamos el temor que genera un Gobierno que castiga al que piensa diferente y que utiliza métodos poco ortodoxos para “convencer”, nos quedamos con una orfandad peligrosa. Así, las necesidades de la gente terminan siendo acalladas por un andamiaje oficial preparado para sustituir las demandas reales por otras a las que puedan y les convenga satisfacer para sumar puntos a su imagen. De ese modo, la inseguridad se torna costumbre mientras es ninguneada por el Estado Nacional y deja de ser una problemática crucial que no puede esperar más. Todos los días hay asesinatos, los episodios de violencia se han convertido en algo común y corriente, los ciudadanos cuentan sus experiencias como si se tratara de aventuras en una ciudad convertida en jungla. Se pierde conciencia: asaltos y robos no son algo normal, pero terminamos conviviendo con ellos e implementando alguna suerte de solución personal: rejas, alarmas, puertas blindadas, entre otras.

El aumento de precios negado cotidianamente desde el Gobierno es, ni más ni menos, inflación. Comprar eufemismos tales como “ajustes tarifarios” u otros similares impiden que advirtamos que la economía no es la panacea que relatan desde Balcarce 50 y que no hay estabilidad o crecimiento magnánimo capaz de atraer capitales foráneos para que el desarrollo sea real. Todo se lo acepta. No hay reacción, apenas alguna queja de sobremesa. Eso explica el silencio ante el atropello de la emergencia económica, la apatía ante los aumentos de precios, el desdén hacia los funcionarios sospechados de corrupción que se quedan en sus cargos.

Los cortes de calles, las movilizaciones gremiales, el reclamo de asambleístas y los hospitales sin insumos no nos incumben en la medida en que no tengamos que transitar por esos sitios, ni vivamos en Gualeguaychú o requiramos atención médica del Estado. Tampoco nos afecta la detención de Luis Patti porque no es un pariente cercano. Menos aún hay un despertar social ante temas alarmantes como la multiplicación del paco. Esos problemas de los demás. Mimetizado con las autoridades, también el pueblo mira para otro lado.

Mientras, nos quieren convencer de que todo marcha sin inconvenientes aunque, simultáneamente, desde el exterior, todos los informes (educación, corrupción y competitividad) nos señalan en franco retroceso y perdiendo posiciones de liderazgo en Latinoamérica. Chile y Brasil, en contrapartida, avanzan superando obstáculos. En la Argentina, negándolos nos quedamos. ¿Hay posibilidades de salir de esto? No se ven anticuerpos en el ámbito político, tampoco asoman en el pueblo. Blandir cacerolas cuando ya todo está perdido no es lo que nos hará tener un país como el que queremos o decimos querer. Pongámonos de acuerdo… pero a tiempo.

Gabriela Pousa

© www.economiaparatodos.com.ar

lunes, diciembre 10, 2007

Cuatro Años Y Medio En Un Cono De Sombra

Luego de cuatro años y medio, Néstor Kirchner deja la presidencia y todavía queda el interrogante sobre si lo que viene podrá definirse con la fórmula “Cristina al gobierno, Néstor al poder”. Por supuesto que el matrimonio niega tal posibilidad, pero todos perciben que algo parecido al viejo “Cámpora al gobierno, Perón al poder” pueda reeditarse. En todo caso, poca importancia tiene, dado que difícilmente Cristina Fernández de Kirchner se aparte demasiado del rumbo marcado por su marido durante su gestión.

¿Qué nos deja Kirchner luego de haber llegado al gobierno con solamente el 22% de los votos?

Estos cuatro años y medio se han caracterizado por una forma de ejercer el poder que los medios bautizaron como “estilo K”. ¿En qué consistió el “estilo K”? En mostrar permanentemente una actitud agresiva, intolerante y descortés hacia todo aquellos que no pensaban como el presidente. Así, la Argentina vivió un estado de irritación permanente.

De igual forma, el “estilo K” pretendió imponer respeto mediante una actitud prepotente. Kirchner no se ganó el respeto por medio de sus ideas, sus políticas públicas o su accionar, sino que utilizó la agresión verbal como medio de intimidación. Ni siquiera logró, como logran muchos políticos populistas, recibir el aprecio de la gente. Juan Domingo Perón no fue un modelo de estadista, sino un típico político populista, aunque tenía un carisma que, así como generaba odios, también producía simpatías en muchos sectores de la sociedad. No fue ése el caso de Kirchner. En ningún momento sus políticas populistas generaron una corriente de simpatía hacia su persona, ni siquiera de aquellos que se beneficiaron con las mismas.

Por otra parte, estos cuatro años y medio tuvieron varias características sobresalientes. Una de ellas consistió en reabrir las heridas de los 70 impulsando deliberadamente una visión distorsionada de aquellos años. Fue un tema sobre el que se volvió permanentemente.

Como un chico con un juguete nuevo, Kirchner utilizó el poder para perseguir a las Fuerzas Armadas y de Seguridad por lo ocurrido 30 años atrás. La falta de un verdadero espíritu de justicia se verifica en un simple hecho: en ningún momento de su mandato se le escuchó al presidente pronunciar un solo párrafo contra el terrorismo de Estado importado desde Cuba que imperó en los 70, nunca emitió un juicio condenatorio de los asesinatos y secuestros que perpetraron los terroristas financiados y entrenados en Cuba y Libia. Por el contrario, se abrazó y financió a Hebe de Bonafini, una mujer que festejó los ataques a las Torres Gemelas en los que murieron miles de inocentes, apoyó el terrorismo de ETA y dijo que en el Museo de la Memoria había que exhibir las armas que habían utilizado los terroristas.

Tal fue el grado de desprecio a la verdad histórica que Kirchner ni siquiera denunció a los terroristas que intentaron tomar el poder por la fuerza de los fusiles para establecer una dictadura al estilo cubano cuando Perón todavía era presidente y luego continuaron con los ataques cuando Isabel Perón estaba el frente del Ejecutivo. No sólo no los denunció por levantarse contra el orden constitucional, sino que, además, a principios de 2007 intentó enjuiciar a Isabelita por los crímenes de la Triple A, tentativa que quedó en la nada cuando algunos dirigentes sindicales rápidamente advirtieron: con Perón no se jode.

La mentira compulsiva constituyó otra de las características de estos cuatro años y medio. Basta recordar el famoso cassette que se iba a dar a conocer para descubrir a los responsables del atentado de la AMIA, que nunca apareció y del que después se desmintió que se hubiese dicho que existía. O los memorables 30.000 millones de dólares de inversiones chinas que nunca llegaron, los índices del INDEC truchados, la información fiscal distorsionada, la negación de la existencia de una crisis energética que está a la vista de todo el mundo y tantos otros hechos que, por momentos, parecieron mostrar a la mentira como el único discurso posible.

En lo económico, las características del kirchnersimo consistieron en resucitar la inflación, el estatismo, las regulaciones y los controles de precios, lo que retrotrajo a la Argentina a sus peores momentos y cuyas consecuencias ya comienzan a pagarse. Los aumentos de precios y tarifas que comenzaron a verse inmediatamente después de las elecciones del 28 de octubre son apenas una muestra de lo que está por venir como consecuencia de lo que se hizo durante cuatro años y medio.

Aislar económicamente a la Argentina del mundo cerrando las importaciones y limitando las exportaciones fue otra muestra de una política anclada en el pasado, que ningún país exitoso ha aplicado. Otros errores que ayudaron, asimismo, a alejarnos del escenario mundial fueron la alianza con el autocrático e intolerante Hugo Chávez, quien pretende volver a levantar el Muro de Berlín después de 16 años de su caída, y el innecesario conflicto con nuestros hermanos uruguayos.

Lejos de buscar la concordia y la paz entre los argentinos, Kirchner utilizó el atril para, mediante encendidos discursos, producir enfrentamientos en la sociedad. Algunas frases memorables fueron: “La oligarquía vacuna quiere lucrar con el hambre de los argentinos”, “los datos del INDEC sobre inflación son ciertos, pero hay algunos vivos que pretenden lucrar con los bonos ajustables por CER”, “las privatizadas ganaron mucho en los 90 y ahora tienen que ganar menos” y “no les tengo miedo” (esta última, pronunciada durante un acto en presencia de miembros de las Fuerzas Armadas que, en algunos casos, ni habían nacido en 1976). El periodismo, la Iglesia Católica, economistas independientes y muchos otros sectores también fueron blancos de los dardos de un Kirchner permanentemente agresivo.

Ayudado por una circunstancia económica excepcional y aplicando impuestos altamente distorsivos, el presidente armó una caja que le permitió comportarse en forma intolerante a cambio de un televisor de plasma o algún fondo para una intendencia.

Nuestro país está inmerso en un cono de sombras del cual solo podrá salir cuando se ponga en funcionamiento en serio el sistema económico y, al mismo tiempo, el sillón de Rivadavia lo ocupe alguien que deje de lado los odios y resentimientos para, en base a la concordia y el respeto, poner todos sus sentidos y empeño en construir una Argentina para el futuro.

Roberto Cachanosky

© www.economiaparatodos.com.ar

viernes, diciembre 07, 2007

Géiser De Satanás

Hace algunas semanas, tuve la visita de unos buenos amigos
del hemisferio norte.
Como era de esperarse; nos pusimos a conversar acerca
de nuestras respectivas historias y vidas cotidianas y;
las similitudes y diferencias que encontrábamos en las mismas.

Con la actualidad de un mundo globalizado, uno tiende a pensar
que ya no hay diferencia entre ellas, en un segmento
socioeconómico y en culturas similares.
Cosas que pensábamos que eran obvias, al final no lo eran tanto.

Fue divertido saber que este -para mi- maravilloso invento,
llamado "bidet" no era lo mismo en territorio de mis amigos.

No es que no cumpliera la misma función.
A esta altura de los tiempos, todos sabemos más o menos
que sirve para limpiarse el trasero.
Hay otros que también lo usan para refrescarse las patas,
lavar las zapatillas o, en mi caso, para bañar a mi gato.

Mi novia una vez calificó al de casa como "bidet violador",
pero esa es otra historia... jeje

Mis amigos conocían el bidet, vamos, ellos nacieron
y viven en el primer mundo.
Pero no sabían que aquí el mismo puede funcionar
de dos maneras según como queramos orientar el flujo de agua.

Para ser más específicos, no conocían el chorrito de agua "para arriba".

Algo sumamente cotidiano para mi y, siendo más específicos, mi trasero.
Hace siglos que no uso papel higiénico más que para secarme.
Digamos que me siento "sucio" si no me lavo con el bidet.

Son locuras mías? Probablemente.

El tema es un asunto cotidiano y al que no le presto mayormente atención,
se complica sobremanera cuando me voy de campamento o,
en algún momento en que la biología es más poderosa que
la fuerza de voluntad, por lo general, en la vía libre o en alguna casa ajena.

La cosa se pone aún peor si se está en el departamento
de algún conocido "no tan conocido" y el baño está justo al lado de donde
se está desarrollando la multitudinaria reunión
(digo multitudinaria porque con 4 personas ya se ocuparon todas las sillas).
Hay que cuidarse de no hacer mucho ruido y no apestar el ambiente.
Si hay desodorante de ambiente zafamos el olor,
pero no la vergüencita de que, al emerger de nuestra meditación,
todo el mundo se entere que contribuimos a taparle la cloaca a nuestro anfitrión.

Como no podía ser de otra manera, el departamento era pequeño
y la reunión multitudinaria.
Para peor, solo conocía a la persona que me había llevado al mismo.
Estaba lleno de bellas mujeres y de ardua competencia para conquistarlas.

Y mi maldito metabolismo se decidió justo en ese momento,
a dejar de ser regular y llamar a la acción en un horario impensado.
Justo allí, justo en ese momento, justo con esa gente.
Algo más podía contribuir de manera negativa con toda la situación?

Ante lo inevitable pregunté donde quedaba el baño,
las chanzas de rigor y las risas de la competencia y ya me metí
ruborizado por la verguenza.
Una vez dentro y sentado, me puse a observar el entorno:
-No hay revistas, mejor para que todo el proceso sea lo más rápido posible.
-Hay desodorante de ambiente y si,
-hay bidet!!!

Es jodido usar un bidet que no es de uno.
Al momento de la meditación, invariablemente me asaltan las mismas dudas...

-"Por que lo tapan con esa cosa peluda?"
-"Se podrá usar?"
-"Esta familia lo usará?"
-"Está esto realmente limpio?"
-"Funcionará bien"?
-"Será mala educación usar un bidet ajeno?"
-"lo seco después de usarlo?"
-etc,etc

Luego de una ligera observación, todo parecía indicar que el bidet funcionaba,
que había sido usado y que estaba limpio.
"Uff, al menos voy a poder lavarme el culo", pensé. ;)

Me siento y abro la canilla como siempre, acostumbrado a la presión
de agua de mi casa.
Primer error, aquí había muchísima más presión y además de todo,
el agua salió "hirviendo".
Sentí un fuego en mi interior que me hizo saltar inmediatamente
hacia adelante para huir despavorido y detener esa tortura.
No sé como hice para no gritar como un animal.
Con los pantalones bajo las rodillas no pude llegar muy lejos y caí de bruces.

El chorro de agua infernal rebotaba contra el cielorraso y
ahora me quemaba la espalda.
Asi que otro movimiento escapatorio, esta vez hacia un costado para evitarlo.

Pocas veces en mi vida estuve tan dolorido y desesperado,
sobre todo porque aún tenía que desactivar ese maldito géiser
que me quemaba cada vez que acercaba el brazo para hacerlo.
Eso sin contar que no podía putear a viva voz para descargarme
por las chicas que estaban afuera.

Luego de uno segundos que me parecieron eternos pude cerrar el grifo.
Estaba en el piso, todo mojado, dolorido y con los pantalones abajo.
Una piltrafa humana.

Me tomó cerca de 10 minutos secar un poco la ropa y a mi mismo.
A la hora de secar el techo con el toallón, el yeso comenzó a desprenderse
del cieloraso manchando todo de blanco.
Luego seguí por el piso con el mismo toallón y, gracias a Dios!
Había un canasto con ropa sucia en donde pude esconderlo. :)

Ya que tenía el pelo mojado volví a peinarme y salí del baño
como si nada hubiera sucedido.

Uno de los chicos al verme salir dice
"Ya pensábamos que te habías ido por las tuberías, tiraste la cadena y pusiste desodorante?" Ante las risas de los demás.
Solo le respondí con una sonrisa sobradora.
La broma era nada comparada con lo que había vivido minutos antes, jeje.



metal up your ass!!!!!