miércoles, marzo 26, 2008

Si nos va tan bien, ¿para qué aumentan los impuestos?

La suba de las retenciones al campo demuestra que el INDEC y el Gobierno no dicen la verdad cuando afirman que la Argentina crece a pasos agigantados, la inflación no existe y el fantasma de la pobreza está quedando atrás.


En varias oportunidades sostuve que esta política económica sólo cierra con fuga de capitales. Esta afirmación, que parece una ironía, acaba de ser confirmada por el mismo ministro de Economía, Martín Lousteau, quien afirmó, refiriéndose al aumento de los impuestos a las exportaciones agropecuarias, que “si entraran al mercado todos esos dólares de exportaciones, el dólar se desplomaría y queremos mantener la competitividad de nuestra industria”. Lo que significan estas palabras es que lo peor que nos puede pasar en la Argentina es que aquellos que invierten en el país, exportan y tienen ganancias ingresen capitales. ¡Todo un descubrimiento de las políticas heterodoxas que el kirchnerismo le enseña al joven economista!


No menos feliz fue otra de las afirmaciones del joven economista que todos los días va al Ministerio de Economía a ocupar el sillón de ministro. Lousteau calificó a la protesta del campo como: “piquete patronal que pone en riesgo el abastecimiento de alimentos”. Sería interesante que formulara las mismas acusaciones cuando el sindicalista Hugo Moyano, aliado del Gobierno, hace piquetes en las empresas para que los que trabajan allí se pasen a su gremio. ¿O acaso el kirchnerista Moyano no obliga a pasarse a su gremio hasta a los empleados que andan en bicicleta? Con una visión tan parcializada de la realidad, se hace difícil imaginar que el ministro tenga la suficiente ecuanimidad al momento de adoptar medidas económicas.


Otra más del joven economista respecto al campo: “Se beneficia del tipo de cambio alto y del gasoil barato”. He recorrido el país en varias oportunidades y, cuando converso con los productores, la primera pregunta que les formulo es: “¿Consigue gasoil para trabajar?”. La respuesta que obtengo es: “Sí, pero a $ 2,20 el litro y no todo el que queremos”. Esto significa que $ 2,20 no es precio de equilibrio. Evidentemente, Lousteau se ha quedado con los datos que le pasa Guillermo Moreno sobre el precio del gasoil (todavía no llovió gasoil en el interior como habían prometido) y los economistas sabemos que con la información distorsionada uno puede llegar a decir cualquier barrabasada si la toma como cierta.


Sobre el tema del tipo de cambio, el joven economista se olvidó de decir que un dólar a $ 3,16 les conviene a las arcas públicas porque así se recaudan más pesos por cada dólar exportado. De manera que el primer beneficiado con el dólar alto, que ya no es tan alto por la inflación, es el Estado. Quisiera ver cómo hace el Gobierno para sostener el aumento del gasto público con un tipo de cambio de, digamos, $ 2,50.


Por último, el ministro sostuvo que los productores quieren quedarse con el precio pleno internacional de la soja. Si así fuera, ¿cuál es el problema? ¿Qué pecado están cometiendo? ¿Qué acto ilícito es obtener utilidades en base a las reglas del mercado? Personalmente, me preocuparía más por los costos de las obras públicas, el manejo indiscriminado de los fondos fiduciarios o las valijas que vienen desde Venezuela que por la rentabilidad del campo.


En síntesis, recurriendo a la típica demagogia, se sostiene que el campo tiene que ser solidario con sus ganancias para paliar la pobreza de los sectores más desprotegidos. La verdad es que no entiendo nada. Por un lado, el INDEC nos dice que la inflación está bajo control, que la desocupación bajó sustancialmente, que la pobreza y la indigencia se desplomaron y que el país crece a tasas chinas. Si nos va tan bien y cada vez hay menos pobres, indigentes y desocupados, ¿para qué subir las retenciones? Siguiendo el panorama tan alentador que nos presenta el Gobierno sobre la marcha de la economía, las retenciones deberían bajar en lugar de subir porque cada vez se necesitarían menos subsidios dado que la gente está cada vez mejor. Pero, si el mensaje que nos dan es que hay que subir las retenciones para ayudar a los pobres, entonces quiere decir que las cosas no marchan como nos muestran los indicadores del INDEC o los discursos del kirchnerismo.


Desde que el kirchnerismo llegó al poder, la carga tributaria aumentó en forma fenomenal y cada vez se recauda más. Los derechos de exportación representan, actualmente, el 12% del total de los ingresos por impuestos. Con tantos nuevos ingresos tributarios que tiene el Estado, ¿tenemos mejor educación, salud pública, seguridad o justicia?


¿Para qué quiere el Estado más recursos si con los que ya ha agregado la educación sigue siendo una lágrima, la inseguridad es un drama y la salud pública un desastre, mientras la Villa 31 –por dar sólo un ejemplo– se expande día a día al borde la de autopista Illia con casas que ya tienen tres pisos?


En una economía de mercado, el sector privado obtiene sus ingresos ganándose el favor del consumidor. Para lograrlo tiene que estimar precios, costos, calidad de los productos, cambios tecnológicos y demás variables que pueden influir en su negocio.


A diferencia del sector privado, el sector público obtiene sus ingresos en forma compulsiva, evaluando qué tipo de resistencia oponen los contribuyentes y viendo a quiénes puede quitarles más ingresos sin perder poder político.


A lo largo de la historia económica mundial, pueden encontrarse muchos errores de cálculo por parte de los reyes al momento de estimar la carga tributaria que podían imponerles a sus súbditos. La revolución norteamericana que llevó a ese país a la independencia, la inglesa que estableció el “no taxation without representation” o francesa son sólo tres de los ejemplos que pueden darse sobre cómo, aun los monarcas más absolutistas, perdieron el poder o sus colonias por su ambición desmedida al momento de explotar a los contribuyentes.


En la Argentina, no es solamente el campo el que está siendo exprimido como un limón con más impuestos. El impuesto inflacionario se extiende a toda la sociedad y afecta a millones de personas. Y si bien las rebeliones fiscales hoy no son tan cruentas como las que había en la época de los monarcas, los cacerolazos pueden causar estragos políticos. Salvo, claro está, que las huestes piqueteras adictas al Gobierno salgan a la calle y lleven al país a un enfrentamiento civil de consecuencias imprevisibles.


Roberto Cachanosky

© www.economiaparatodos.com.ar




Impecable el análisis!!!!

sábado, marzo 08, 2008

Atrapado Y Sin Salida

El estilo de gobierno del matrimonio Kirchner es responsable de haber metido al país en un callejón en el que no hay escapatoria.

A medida que van pasando las semanas, y a pesar del enorme esfuerzo que se hace para transmitir que la economía marcha bien y no hay complicaciones serias a la vista, cada vez es más evidente que el Gobierno está atrapado sin salida en su política económica.

La apuesta a la reactivación vía la expansión monetaria ha llegado al tope de sus posibilidades. La inflación se ha desbordado, literalmente, porque la demanda de moneda ya no aumenta: cada peso que emite el Banco Central de la República Argentina (BCRA) se va a los precios. Como el BCRA defiende el valor del dólar en vez del valor del peso, tiene que cobrar el impuesto inflacionario para defender la divisa estadounidense. Sin embargo, ese impuesto inflacionario ha licuado el tipo de cambio real, al punto de que algunos sectores empresariales comienzan a reclamar un dólar aún más alto. La gran pregunta es: ¿cómo?

Al mismo tiempo, el aumento de la inflación hace caer el salario real y amenaza al motor de la reactivación desde 2002 hasta ahora, que es el consumo. Para que este no caiga, el Gobierno tiene que otorgar aumentos de salarios que, al menos, igualen la tasa de inflación. El costo de estas medidas implica una pérdida de rentabilidad para las empresas. Por su lado, éstas tienen que optar por ajustar precios o perder capital de trabajo, dado que si venden a precios más bajos luego no pueden reponer el stock de mercadería vendida.

El primer y claro problema en que está atrapado el Gobierno tiene que ver, entonces, con haber ignorado la inversión competitiva como paso inicial y genuino para crecer. Y como la inversión no depende solamente de los precios relativos y otras variables económicas, sino también del respeto por los derechos de propiedad y la previsibilidad en las reglas de juego, la salida del atolladero pasa a ser más complicada porque el matrimonio Kirchner no inspira la confianza necesaria para atraer capitales de largo plazo. Digamos que el principal problema para salir del actual esquema son ellos mismos. Sus formas de actuar, de construir poder y de manejarlo podrán ser beneficiosas en el corto plazo para sus aspiraciones personales, pero totalmente contradictorias con una Argentina que pretenda crecer en el largo plazo.

La decisión del secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, de controlar los precios y la estructura de costos de las empresas muestra claramente que la administración kirchernista ignora por completo la importancia del marco institucional como generador de inversiones. La razón es muy sencilla. Si Moreno asigna su tiempo a analizar los costos de las empresas y a determinar si la utilidad que tienen es correcta o no, surge la gran pregunta: ¿qué es una utilidad correcta para Moreno? ¿Cuál debería ser la utilidad de una empresa en la Argentina considerando esta calidad institucional? Porque es de suponer que Moreno no debe creer que es lo mismo la calidad institucional de Holanda que la de nuestro país. Por lo tanto, las tasas de rentabilidad que se les piden a las empresas en ambos países son totalmente diferentes. A menor riesgo institucional, menor tasa de rentabilidad. A mayor riesgo, mayor tasa de rentabilidad. Salvo que Moreno pretenda inventar la pólvora y establecer que para el inversor es indiferente la volatilidad en la reglas de juego, por lo que pediría misma rentabilidad a una inversión hundida en Holanda o en la Argentina.

De manera que lo que pronosticamos en estas páginas durante meses, lamentablemente, comienza a cumplirse. Estamos en presencia de una lucha por la distribución del ingreso que será imparable sin un cambio de modelo económico. Al mismo tiempo, el cambio de modelo económico requiere de personajes con un manejo del poder totalmente diferente al del matrimonio Kirchner.

El segundo problema que los tiene atrapados es el de la energía. Razonando en forma muy precaria, el Gobierno cree que el precio internacional de la energía no tiene por qué estar ligado al del mercado interno. La creencia del oficialismo es que, si el petróleo se produce acá, no hay razón por la cual deba tener el mismo precio que en el mercado internacional. Lo que falla en este razonamiento es que el capital es escaso y hay costos de oportunidad. ¿Por qué invertir para extraer gas o petróleo en un país en donde el precio es menor al internacional si en otros países se puede obtener el precio internacional pleno? El ejemplo más evidente es el de Evo Morales. Después de hacerse el guapo con sus medidas autoritarias y socialistas, descubrió que no tiene recursos para extraer el gas, lo cual lo lleva a decirle a Cristina Kirchner que no puede cumplir con el envío de gas pactado. Este caso es el mejor ejemplo para que los funcionarios del Gobierno entiendan la relación entre instituciones y crecimiento económico.

El tercer problema, ligado al anterior, es el de los subsidios para sostener artificialmente bajos algunos precios de la economía. En 2007, el Gobierno destinó $ 14.626 millones a subsidiar diferentes actividades, 125% más que en 2006. De esa cifra, $ 8.331 millones fueron a parar al subsidio del sector energético, lo que significó aumentar estos recursos un 107% respecto al año anterior. Es decir, el Gobierno duplicó el subsidio a la energía, pero no solucionó el problema energético. Lo agravó. ¿Por qué? Porque estuvo financiando flujos artificialmente bajos con subsidios mientras, por otro lado, completaba el precio artificialmente bajo de la energía consumiendo el stock de capital del sector.

Con el transporte le ocurrió algo parecido. En 2007, asignó subsidios a ese rubro por $ 4.219 millones, un 125% más que en 2006. Sin embargo, los trenes, subtes y colectivos no han mejorado en la calidad de sus prestaciones. Al igual que en el caso energético, cada vez se gasta más plata para tener peores servicios.

Al sector alimentario, el Gobierno le destinó $ 1.810 millones de subsidios en 2007. Ahora volvemos con las prohibiciones de exportar trigo, limitaciones a las exportaciones de carne, controles de precios y de costos del sector, amenazas, entre otras medidas.

Como podemos ver, el Gobierno se ha metido en un serio problema. Retrasa artificialmente los precios de algunos productos y financia ese retraso con subsidios y consumo de capital, con lo cual el problema no termina de resolverse nunca, sino que se agrava, dado que al disminuir el stock de capital se reduce la oferta, el precio sube y el subsidio tiende a crecer.

Veamos de nuevo el caso de la energía. Al productor de gas interno se le paga U$S 1,7 por millón de BTU. Evo Morales nos vende gasta a U$S 7 por millón de BTU. De todas maneras, como el presidente de Bolivia tampoco nos puede abastecer por falta de inversiones, habrá que recurrir a Hugo Chávez para que nos envíe fuel oil a un costo equivalente a U$S 13 por millón de BTU. Es decir que el Gobierno no quiere que el productor local reciba más de U$S 1,7 por millón de BTU, aunque terminará pagando U$S 13 para importar fuel oil. En rigor, ese sobreprecio no lo pagarán ni Néstor ni Cristina, sino los contribuyentes. Toda una curiosidad de este modelo productivo.

Lo que vemos, entonces, es que cada vez hay más inflación, cada vez es más represivo el control de precios, cada vez pagamos más impuestos, cada vez damos más subsidios para tener menos energía y peor transporte. Cada vez nos enterramos más y nos quieren convencer de que estamos en la cúspide del mundo.

El Gobierno está atrapado, y sin salida, en su modelo económico. La puerta está cerrada porque su manejo del poder bloquea toda posibilidad de salir del embrollo en que nos han metido.

Roberto Cachanosky

© www.economiaparatodos.com.ar



De más está decirles que coincido plenamente con este artículo